Acaba de terminar mi semana de vacaciones y nada salió como lo había planeado. Ya les había contado que el fin de semana pasado terminé temporada de teatro después de cuatro meses y un poco más, y me estaba saboreando unas deliciosas vacaciones visitando a la familia, yendo a la playa, comiendo rico, durmiendo y descansando como se debe. Sin embargo, aquel sabio dicho popular que dice: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, se hizo presente desde el primer momento en que puse un pie en mi vacación. Si, aquellas imágenes mentales en donde me veía nadando, tomando sol, jugando tennis con Mariana, manejando la carretera hacia Isla Morada mientras escuchábamos buena música, un poco de shopping, gimnasio, vapor y visitar a los amigos, se desvanecieron cuando comencé a sentir los síntomas de una gripa acompañada de un dolor importante de espalda, cabeza y cuello. Si, seguramente lo estás pensando y estás en lo correcto, COVID. Es la segunda vez que me visita el virus y la primera que hace de las suyas.
La parte interesante de todo esto, es que cuando la prueba salió positiva y supe que el viaje en carretera a la playa, que la visita a los amigos, el gimnasio, el partido de tennis e incluso el tiempo en familia tendría que ser pospuesto o cancelado, no sentí decepción ni enojo, más bien llegó una aceptación instantánea del presente y me sentí OK con eso. El dolor de espalda baja, de cuello y de cabeza tan intenso me pedían que simplemente reposara y me quedara en casa con Mariana, que también salió positiva, a recuperar el equilibrio. Si, viajamos a Miami a encerrarnos en casa, escribir, cocinar, ver películas, dormir, dormir y dormir un poco más.
Lo primero que me vino a la mente cuando comencé a escribir éstas palabras, ya sintiéndome mucho mejor, fue el lema de los marinos que he escuchado en varias películas, adaptarse, improvisar y superar. Tal cual así resultaron ser mis vacaciones, improvisadas y con cambios de último momento que, al final resultaron ser perfectas. Mucha calma, descanso, poco gasto, buena comida y excelente compañía. Se que el hubiera no existe, sin embargo, es una palabra que si existe y que nos acompaña todo el tiempo, y me pongo a pensar, ¿qué hubiera pasado si hubiera tomado la decisión de sentirme enojado y frustrado por no tener las vacaciones que estaba esperando? La hubiera pasado muy mal en todos los sentidos, hubiera sido el doble de incómodo y el doble de molesto, pero la realidad es que fueron unas vacaciones muy en calma, conectando con el cuerpo, la mente, la salud y recargando energía de otra manera.
Por supuesto ya me siento mejor, el bicho se fue de mi cuerpo y estoy listo para seguir, aunque las vacaciones ya terminaron, al menos por ahora, pero me quedo la lección de aceptar el presente y tomar las riendas de mis emociones y de la situación, no había manera de controlar lo que iba a suceder, pero si fue cien por ciento mi decisión el cómo enfrentaría la situación y cómo la sobrellevaría.
Este brevísimo relato es sólo un recordatorio para mi y para quien así lo reciba, de que hay muy pocas cosas en esta vida que están en nuestro control, como la manera en que reaccionamos a las situaciones, poner límites, generar buenos hábitos y escoger un buen café para comenzar nuestro día, de ahí en fuera, lo mejor es aceptar el presente y sacarle el mayor provecho para nuestro bienestar y crecimiento.
Que sea una buena semana.