En éste planeta que habitamos algo es absolutamente cierto, la impermanencia. Todo está en constante cambio, no hay forma de frenarlo ni de darle la vuelta, nosotros mismos somos una persona y con el paso del tiempo somos otra, nuestra visión del mundo cambia, nuestros intereses, nuestro cuerpo, amistades, amores, todo, hasta los grandes imperios que dominaron por miles de años, llegaron a su fin. Quizá eso es parte de la belleza de la vida, que sabiendo que va a terminar, hay que sacarle todo el jugo posible a cada instante.
Hace unas semanas les contaba mi punto de vista sobre la vida de un freelance, y hoy voy a contarles un poco acerca de lo que vivimos los actores, bailarines, cantantes, productores y toda la gente que estamos envueltos en proyectos artísticos que duran un determinado periodo de tiempo, normalmente muy corto, y terminan.
Aunque estamos acostumbrados, por ejemplo, a empezar una serie de TV que sabemos durará cuatro o seis meses en producción o una obra de teatro que permanecerá en cartelera un año o dos, terminar esos ciclos nunca es fácil, por lo menos en mi experiencia.
He tenido la suerte de caer en proyectos integrados por gente muy valiosa y en ambientes de trabajo, en su mayoría, muy divertidos y nutritivos ( a veces puede ser una pesadilla). Proyectos en los cuales tienes que trabajar con equipos de personas nuevos, que no conoces y, que en tan sólo unas semanas, dado la intensidad del trabajo y las horas de convivencia, se convierten en tu familia, pero que en tan sólo unos meses, dejarán de serlo, para después, volver a empezar en otro lugar.
Nosotros los artistas trabajamos con emociones y nuestra vulnerabilidad, tenemos que crear, a velocidad récord, lazos de confianza muy estrechos y profundos con la gente que trabajamos para poder contar historias, para poder ser verdaderos en escena y poder transmitir mensajes, pero por lo mismo, cuando llega la hora de decir adiós, es sumamente complicado y, a veces, doloroso. Para poner un ejemplo con el que quizá todos pueden relacionarse, la sensación es igual a cuando éramos niños y salíamos de excursión con los amigos de la escuela por un fin de semana, a un campamento o viaje y, de pronto, estábamos de regreso en la escuela al final de la aventura esperando a nuestros padres a que pasaran por nosotros, nos recogían, llegábamos a casa y sentíamos un vacío por lo que acababa de terminar, añorando los momentos de risas, de conexión, de miedo y cada experiencia que habíamos vivido con nuestros amigos. Ese vacío y esa sensación de que nadie te entiende mas que tus amigos que fueron contigo al viaje, es la sensación que llega cuando terminas un proyecto en el que creciste como persona, como artista, en el que reíste, lloraste, te enojaste y te mostraste tal cual eres frente a un grupo de personas que, de ser desconocidos, ahora te conocen mejor que nadie y en un período de tiempo muy pequeño.
Ahora, lo agridulce de eso, es que sí, termina, pero cuando se cierra un ciclo y lo dejas ir, queda espacio para empezar una nueva aventura, ni mejor ni peor, pero diferente y que traerá consigo lecciones importantes. Nuevos caminos, nuevas personas, nuevas familias, nuevas historias, nuevos escenarios y nuevas despedidas.
En este momento de mi vida, me encuentro justo en ese espacio de cambio, mi momento de cerrar un ciclo, que considero uno de los más importantes, sino es que el más importante para mi como actor. El domingo 5 de Mayo, termina mi temporada como “Él” en Siete Veces Adiós. Ya les he contado en varias ocasiones acerca de ésta obra de teatro, en la cual tengo la fortuna de ser uno de los creadores y ahora tuve el hermoso regalo de poder subir al escenario a contar la historia. Para mí, ha sido un viaje potente, intenso, sanador, aterrador y toda una explosión de emociones, pero sin duda, hermoso en todos los sentidos. He podido sentir el crecimiento actoral que he atravesado, las conexiones humanas profundas con mis compañeros, los descubrimientos internos en mi ser, la impresionante y poderosa compañía en la que nos hemos convertido, la gran célula artística que ahora somos. Me siento orgulloso de todos nosotros, me siento honrado de haber podido pisar el escenario cobijado por tantos artistas que respeto, admiro y quiero profundamente y, aunque no estoy seguro de estar listo para decir adiós, llegó el momento.
Si estás leyendo ésto, me encantaría que vinieras a ver alguna de mis últimas funciones y poder compartir el mensaje de Siete veces adiós con tantos corazones como sea posible antes de cerrar mi ciclo.
Es impresionante lo rápido que pasa el tiempo y el baño de realidad cada vez que la vida te recuerda que todo lo que empieza tiene que acabar.