Éste fin de semana me llegó la noticia de mi podcast, Segundo Acto podcast, que hosteo junto a mi querido amigo Alan Macín, entró en la lista de Top 50 de podcasts educativos en México, y en el Top 200 de podcasts. Obviamente exploté de felicidad, de orgullo y también fue un sorpresa muy inesperada.
Cuando recibí la noticia muchas cosas pasaron por mi cabeza, como el síndrome del impostor, la interrogante de ¿cómo pasó?, y las ganas de compartirlo con todo el mundo. Pero cuando quise compartirlo, después de contarle a mi pareja, me quedé un poco en blanco pensando a qué amigo podía contarle esto sin que sonara que soy un presumido o algo así. Esto me llevó a reflexionar en las amistades que vamos generando, cultivando, perdiendo y cambiando durante la vida y en el tipo de amistades que tenemos, a veces, para distintas cosas. Pero ¿Qué amistades son las meras buenas?
Tenemos amigos para la fiesta, la peda y el desmadre en general, algunos que son nuestros amigos para el trabajo, los socios en proyectos, con quienes creamos y nos aventuramos a desarrollar ideas en el mundo laboral pero que no necesariamente salimos a conversar de temas fuera del trabajo, otros a quienes acudimos cuando estamos tristes o necesitamos un consejo y sabemos que siempre están ahí para nosotros en nuestros momentos oscuros, pero ¿Qué pasa con esos a quienes podemos acudir cuando estamos felices? A esos amigos a quienes podemos contarles nuestros éxitos, logros y cosas bellas de nuestra vida. Esos que se alegran de nuestro crecimiento y que nos van a empujar siempre a ser mejores seres humanos. Queremos mas amigos de esos. Queremos generar un lazo que no sea únicamente para las cosas difíciles y tristes, sino uno que nos de la entera confianza de que tenemos soporte para todo.
Uno de los grandes placeres de la vida es compartir nuestros éxitos. Cuando logramos algo significativo, queremos gritarlo a los cuatro vientos, y para mi, no hay nada más gratificante que hacerlo con personas que realmente se preocupan por nosotros. Tener amigos que se emocionen genuinamente con nuestros logros no solo valida nuestro esfuerzo, sino que también duplica nuestra alegría.
Es muy importante tener este tipo de amistades porque cuando tus amigos celebran contigo, te sientes motivado y con energía para seguir persiguiendo tus metas. Es como si te dijeran: "¡Sí, puedes lograrlo!" una y otra vez. También se generan lazos mas fuertes cuando ambos comparten tanto los altos como los bajos. Celebrar los éxitos de cada uno crea una conexión más profunda y duradera. Esta reciprocidad fortalece la confianza y el cariño, cimentando la relación en algo más que el simple apoyo en tiempos de crisis, y saber que tus amigos creen en ti puede ser un motor increíblemente poderoso.
Una amistad donde solo se comparten problemas puede volverse emocionalmente agotadora.
Sin embargo, no siempre es fácil abrirse sobre nuestros logros. A veces, por modestia o por miedo a parecer arrogantes, nos guardamos nuestras victorias. Pero los amigos verdaderos no solo quieren verte feliz, sino que quieren ser parte de esa felicidad.
Tener amigos con quienes puedas celebrar tanto los éxitos como enfrentar los desafíos es como tener un tesoro invaluable. Estas amistades enriquecen tu vida, te animan a seguir adelante y te regalan un recordatorio constante de que no estás solo, ni en los momentos más oscuros ni en los más brillantes. En el mundo de las amistades, la verdadera magia ocurre cuando ambos se iluminan el uno al otro, en la tristeza y en el triunfo.
Quiero invitarte a que hoy le mandes un mensaje a esa amiga o amigo a quien puedes contarle todo lo bueno y todo lo malo y le hagas saber lo importante que es para ti, quizá lo o la sorprendas y seguramente le regalarás un momentito de felicidad.
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